¿A quién de vosotros no os ha sucedido que habéis tenido que rechazar un pedido de camisetas, por ejemplo, porque la cantidad solicitada era muy baja y no cubría gastos? Seguro que si le hubierais repercutido el gasto real al cliente, se hubiera llevado las manos a la cabeza por lo que, al final, ni habéis conseguido el pedido ni el cliente sus camisetas.
Los costes de montar el fotolito y la pantalla, junto con los de ajustar y disponer las máquinas para la estampación, hacen que el pedido mínimo ronde las 100 unidades aproximadamente. Si se consigue abaratarlo, se reducirá a 50 pero, si el gasto es superior, la cantidad mínima del pedido tendrá que aumentar en consecuencia.
Dicho esto, entonces ¿desechamos una solicitud de 15 o 25 camisetas? Si no es posible modificar el precio, tendrá que ser así pero, si el cliente valora el trabajo y esfuerzo, con gusto pagará la diferencia. Un pedido de pocas unidades puede ser el comienzo de una rentable relación mercantil que termine en más pedidos de cantidades mayores.
Hay marcas de moda que venden camisetas a más de 45€ y no les faltan clientes… La oferta y la demanda, la calidad en que se serigrafían, el colorido, todo influye en la venta, no solo el importe del producto.
Imagina que te piden 30 camisetas para un coro. Puedes ofertarles 100 en 4 días, a 2 tintas, por 5,5€ la unidad o sus 30 camisetas a 18,30€ cada una, listas al día siguiente. El coste final es idéntico, ¿qué crees que elegirán?
Serigrafía e impresión digital no están enfrentadas, son dos medios para dar respuesta a distintas necesidades de los clientes, por lo tanto, se complementan. Rechazar la impresión por sistema, porque no coincide con lo que se viene haciendo hasta ahora, es un error. Es conveniente que nos vayamos adaptando a los cambios si queremos seguir creciendo y siendo competitivos.